martes, 30 de octubre de 2012

ME FALTA TIEMPO






“Informática para torpes”, eso está bien. Hace rato que me hago incesantemente la misma pregunta: ¿por qué me siento tan torpe al usar el  móvil-  y el  ordenador-? Si bien estos aparatitos infernales me solucionaron infinidad de problemas, también me los crearon. Entre estos últimos, entender cómo usarlos. Y no crean que omití leer las instrucciones, lo hice mil veces aunque con pobres resultados.
Un amigo con mucha más experiencia que yo en  móviles poniendo cara dogmática me dijo: “este manual,  es como la Biblia para el usuario”. (Olvidé aclarar que los textos del mío estaban en inglés, francés, portugués, árabe, un español neutro inentendible y una de cada tres palabras en inglés con términos que no figuraban  en el “Spanish-English Dictionary” de Velázquez que consulté: SIM, SMS, Pin, Bluetooth, Flash, IMEI, Ringtone). Y superado este obstáculo, ¡apareció otro! Cada tres renglones una remisión a la página 85, 93 o 128.
 Así fue como solo, poco a poco, lenta y temerosamente, me sumergí en el mundo de la telefonía móvil. Pienso que de haber estado presente la mayor de mis nietas (8 años), hubiese sido más lógica tomando el aparato, pulsando varias teclas y en segundos el apartito infernal estaría domado. Los chicos saben que no puede romper nada por mucho que aprieten los botones, prueban, y prueban hasta encontrar la solución.
Sin avisar ni pedir permiso, la tecnología se metió en nuestras vidas y los que más lo notamos somos los que pasamos la frontera de 60 años, los jóvenes no lo perciben tanto porque nacieron y crecieron en medio de esta vorágine.  A los mayores nos cuesta  bastante más.
Mi abuelo Ramón era un culto semianalfabeto nacido en 1890 al que continúo admirando. A lo largo de sus 75 años de vida fue un mudo testigo de la historia de la aviación sin haberse subido jamás a un aparato, aunque vio volar globos aerostáticos, dirigibles, máquinas con motor a pistón y reacción y hasta fascinado fue testigo de cómo un hombre pisaba la luna.
Hoy los chicos aprenden a manejar el ordenador antes que una bicicleta. Hago memoria y recuerdo cuando a los cuatro años mi padre – el inolvidable Enrique- una vez me sentó en una silla y durante dos horas me obligó a practicar como atarme los cordones de las zapatillas. Cada vez que me daba por vencido cariñoso repetía: “no bajes la guardia, puedes, puedes, puedes” y pude porque aún hoy, continúo atándome los zapatos como él me enseñó. (Con el nudo de la corbata ocurrió algo similar. No conozco otra forma de hacerlo. ¡El nudo Windsor que aprendí de él es una belleza!)
 ¡Qué paradoja!  mi nieta conoce más que yo de informática pero todavía me pide que le ate los cordones de las zapatillas y le tengo que indicar como se utilizan los cubiertos para comer. 
El uso del ordenador me soluciona infinidad de inconvenientes. Ni siquiera deseo recordar las peripecias que tenía que hacer para corregir un error ortográfico cuando utilizaba mi vieja y querida Remington que a pesar de todo aun  amo!  Luchar con las mayúsculas, con el carrete, con la cinta, con el papelito corrector y… ¡con la falta de paciencia!
 El móvil es un invento espectacular que me permite  estar constantemente comunicado. Lo utilizo a diario pero ignoro cómo funciona y no tengo tiempo para hacer un curso por cada dispositivo y software que ingresa en mi vida
Un consejo sano, cuando se corta la energía eléctrica es bueno recordar que todavía existen las velas, las máquinas de escribir Remington y los teléfonos fijos. Como bien dice el viejo refrán: “A falta de pan, buenas son tortas”.

Firmado: Bartolomé



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