martes, 6 de noviembre de 2012

INDIGNANTES SIMILITUDES





Cerca de 8 años y 12.000 kilómetros  separan a Madrid Arena y Cromañón, pero están unidas por la tragedia. Una en Madrid (octubre de 2012), la otra en el barrio de Once de Buenos Aires (30 de diciembre de 2004). El saldo madrileño, 4 muertos; el argentino, 194 muertos y más de 1400 heridos.
Una sola muerte ya hubiese sido suficiente para hablar de indignantes similitudes. Para los que no sepan qué era Cromañón: se trataba de una discoteca en la que una bengala disparada anónima e irresponsablemente durante un recital de la banda de rock “Callejeros” provocó un incendio descomunal. Ni bien notaron las llamas, los espectadores intentaron evacuar el local pero se toparon con varios obstáculos. Más que una evacuación fue una estampida desesperada rumbo al exterior. Falló lo que no tendría que haber fallado.
Los motivos fueron varios. La cantidad de asistentes era mucho mayor que la capacidad del local. Cromañón estaba habilitado para 1.031 personas pero se probó judicialmente que se habían vendido las 3.500 entradas disponibles. Aseguran que entraron 4.500 personas y que 1.000  lo hicieron sin ella. Nadie controló que alguien llevara pirotecnia  a pesar de que pocos días antes (el 25 de diciembre) durante un recital se produjo un foco de incendio que logró ser sofocado. Se cortó la luz,  se expandió rápidamente por el techo liberando gases tóxicos, la temperatura alcanzó los 400 °C y la combustión terminó una vez que se había consumido todo el material. Cuando disminuyó la temperatura, el humo tóxico descendió y comenzó a ser aspirado por las personas que se encontraban en el lugar.
Una de las salidas de emergencia estaba cerrada con candado y alambres. La investigación demostró que se habían otorgado ilegalmente certificados de habilitación.
Con posterioridad llegó el "efecto Cromañón", que consistió en la clausura masiva de discotecas que no cumplían con las normas de seguridad en la ciudad de Buenos Aires y otras partes del país.
Con posterioridad se sucedieron fallecimientos de sobrevivientes debido a graves secuelas físicas y psicológicas. Entre 2005 y 2007 se reportaron tres suicidios  en su mayoría jóvenes de entre 21 y 24 años.
 Luego del incendio la calle Bartolomé Mitre, donde se encontraba el local, fue cerrada al tránsito por orden judicial.  Más de 30 líneas de buses se vieron obligadas a modificar su recorrido. Recién en marzo de este año se volvió a habilitar.
Entre las consecuencias de este hecho fatal, podemos mencionar que el 7 de marzo de 2006 finalizó el Juicio Político que destituyó al entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad Aníbal Ibarra;  varios funcionarios de Bomberos fueron condenados por cohecho activo, dos empresarios por cohecho pasivo, también los integrantes del grupo de rock Callejeros y otros presuntos responsables procesados.
Pero esto no es el fin: las familias de los fallecidos continúan llorándolos. Las acciones judiciales continúan. Algún día se les resarcirá con dinero algo que es imposible de mensurar monetariamente: la vida de un hijo, un padre, una madre, un esposo, una novia.
Me atrevo a vaticinar que lamentablemente en Madrid sucederá algo similar. Hoy voces críticas a granel. Acusaciones cruzadas. Formación de comisiones investigadoras. Uso y abuso político de la tragedia.
¿Mañana? Olvido paulatino hasta que el suceso se convierta en un simple número más dentro de las estadísticas.
Una pregunta inquietante: ¿Cuándo tendremos que lamentar la próxima tragedia?
¡Indignantes similitudes a uno y al otro lado del Atlántico!

Firmado: Jorge A. (indignado abogado de la Republica Argentina)








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