Cerca
de 8 años y 12.000 kilómetros separan a Madrid Arena y Cromañón, pero
están unidas por la tragedia. Una en Madrid (octubre de 2012), la otra en el
barrio de Once de Buenos Aires (30 de diciembre de 2004). El saldo madrileño, 4
muertos; el argentino, 194 muertos y más de 1400 heridos.
Una
sola muerte ya hubiese sido suficiente para hablar de indignantes similitudes.
Para los que no sepan qué era Cromañón: se trataba de una discoteca en la que
una bengala disparada anónima e irresponsablemente durante un recital de la
banda de rock “Callejeros” provocó un incendio descomunal. Ni bien notaron las
llamas, los espectadores intentaron evacuar el local pero se toparon con varios
obstáculos. Más que una evacuación fue una estampida desesperada rumbo al
exterior. Falló lo que no tendría que haber fallado.
Los
motivos fueron varios. La cantidad de asistentes era mucho mayor que la
capacidad del local. Cromañón estaba habilitado para 1.031 personas pero se
probó judicialmente que se habían vendido las 3.500 entradas disponibles. Aseguran
que entraron 4.500 personas y que 1.000
lo hicieron sin ella. Nadie controló que alguien llevara
pirotecnia a pesar de que pocos días antes (el 25 de diciembre) durante un
recital se produjo un foco de incendio que logró ser sofocado. Se cortó la luz,
se expandió rápidamente por el techo
liberando gases tóxicos, la temperatura alcanzó los 400 °C y la combustión
terminó una vez que se había consumido todo el material. Cuando disminuyó la
temperatura, el humo tóxico descendió y comenzó a ser aspirado por las personas
que se encontraban en el lugar.
Una
de las salidas de emergencia estaba cerrada con candado y alambres. La
investigación demostró que se habían otorgado ilegalmente certificados de
habilitación.
Con
posterioridad llegó el "efecto Cromañón", que consistió en la
clausura masiva de discotecas que no cumplían con las normas de seguridad en la
ciudad de Buenos Aires y otras partes del país.
Con
posterioridad se sucedieron fallecimientos de sobrevivientes debido a graves
secuelas físicas y psicológicas. Entre 2005 y 2007 se reportaron tres suicidios
en su mayoría jóvenes de entre 21 y 24
años.
Luego
del incendio la calle Bartolomé Mitre, donde se encontraba el local, fue
cerrada al tránsito por orden judicial. Más de 30 líneas de buses se
vieron obligadas a modificar su recorrido. Recién en marzo de este año se
volvió a habilitar.
Entre
las consecuencias de este hecho fatal, podemos mencionar que el 7 de marzo de
2006 finalizó el Juicio Político que destituyó al entonces Jefe de Gobierno de
la Ciudad Aníbal Ibarra; varios funcionarios
de Bomberos fueron condenados por cohecho activo, dos empresarios por cohecho
pasivo, también los integrantes del grupo de rock Callejeros y otros presuntos responsables procesados.
Pero
esto no es el fin: las familias de los fallecidos continúan llorándolos. Las acciones
judiciales continúan. Algún día se les resarcirá con dinero algo que es
imposible de mensurar monetariamente: la vida de un hijo, un padre, una madre,
un esposo, una novia.
Me
atrevo a vaticinar que lamentablemente en Madrid sucederá algo similar. Hoy
voces críticas a granel. Acusaciones cruzadas. Formación de comisiones
investigadoras. Uso y abuso político de la tragedia.
¿Mañana?
Olvido paulatino hasta que el suceso se convierta en un simple número más
dentro de las estadísticas.
Una
pregunta inquietante: ¿Cuándo tendremos que lamentar la próxima tragedia?
¡Indignantes
similitudes a uno y al otro lado del Atlántico!
Firmado: Jorge
A. (indignado abogado de la Republica Argentina)
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